Sueño a Encuentro Matrimonial:
Preparando la respuesta a la única pregunta del Señor Resucitado: « ¿Me amas?»
Sueño a Encuentro Matrimonial:
Anunciando que Dios es Amor, por el signo de un amor matrimonial y sacerdotal, vivido al contado, diariamente.
Sueño a Encuentro Matrimonial:
Ahondando la fe en el don del Espíritu Santo. Él nos hace reconocer que somos amados incondicionalmente y sin límites: «Nosotros debemos amarnos, porque Él nos amó primero» (1 Juan 4,19).
Sueño a Encuentro Matrimonial:
Reconociendo, con mansedumbre y sin desesperanza, la cara sombría de nuestras relaciones humanas. No hay amistad, matrimonio, comunidad, en que no se hagan presentes tensiones, heridas, desamparo, rechazos, rupturas, pérdidas. Pero, «el amor es más fuerte…» El amor maduro nos hace escuchar a Jesús: «Aprendan de mí que soy sencillo y humilde de corazón» (Mateo 11,29). Entonces, seremos portadores de sanación, reconciliación, nueva vida y esperanza, en cualquier momento, en cualquier punto de nuestra historia de Encuentro.
Sueño a Encuentro Matrimonial:
Siendo abiertos a los cambios, pues el Espíritu Santo sopla donde quiere, sin necesidad de pedirnos permiso. Instalarse es morirse.
Sueño a Encuentro Matrimonial:
Tomando conciencia, siempre, de que hemos sido escogidos para hacer de nuestro amor, limitado y condicionado, la puerta de entrada para el amor incondicional de Dios. No nos cerremos la puerta; no se la cerremos a los demás, a nadie.
Todos necesitamos el apoyo y afecto de la comunidad. La mejor manera de obtenerlos, es darlos gratuitamente. Los cristianos amamos y somos amados «sirviendo», como el Señor.
(Esteban Gumucio Vives, Asamblea EMM Chile 1998)